lunes, mayo 05, 2003

Pasqua MMIII: Roma

Me acabo de despertar después de dormir 24 horas seguidas, casi en agonía, producto del agotador viaje que hice por Semana Santa. En este momento, más descansado y sentado frente al monitor, me doy cuenta que esta ha sido una de mis mejores experiencias por lo que quería compartirla con ustedes.

Para ésta ocasión, lo que quería era salir de mi rutina, mi saturación y mi monotonía madrileña para inmiscuirme en una aventura diferente, por lo que fue un viaje desorganizado y mal planificado. Al final, el resultado fue una extraordinaria experiencia de la que traje muchos recuerdos y fotografías tangibles e intangibles que llevaré siempre conmigo.

Trayecto
Un famoso y milenario dicho nos anuncia que “todos los caminos conducen hacia Roma”; quizás todavía sea cierto o quizás ya no, pero el camino que decidí tomar rumbo a la capital del Imperio Romano definitivamente no fue ni el más corto, ni el más usado.

Cuando terminé clases, el jueves once de abril, aún no tenía un destino seleccionado por lo que adquirí un boleto flexible de una línea de bus que me permitiría transportarme a cualquier parte de Europa por quince días. Comencé entonces a estudiar las ciudades más interesantes y elegí Roma y Bruselas por el azar de un dado. Inmediatamente hice la reserva para el viaje de ida Madrid-Roma y también para el alojamiento por tres días en un hostal romano para mochileros.

Me presenté, tal como lo señalaba la reserva, el domingo a las 7am en la estación sur de autobuses en Méndez Álvaro y me asignaron el aparcamiento número 59. Al llegar a la puerta de embarque fue mi sorpresa y preocupación lo que me hizo saltar internamente, dado que me encontré con grandes bultos y cientos de gitanos. Comencé a rondar el sitio y tratar de obtener información pero nadie me sabía responder, o nadie me entendía. Dos minutos después pude, aliviado, respirar de nuevo al ver que un autobús con destino a Bucarest se estacionaba en el espacio número 58.

Al abordar el bus a Italia, me di cuenta que no éramos más de veinte personas, por lo que me apuré en reservar el último asiento, el cual une cinco cómodos sillones donde pude dormir varias horas por la noche. En el trayecto y en tantas cortas paradas en diferentes ciudades y pueblos me hice amigo de una marroquí, que viajaba hasta Nápoles a visitar a unos parientes, y de unos franceses que regresaban a Montpellier. Me entretuve bastante en el largo trayecto intercambiando historias peruanas, marroquíes y francesas de todo tipo. En el camino pudimos apreciar desde las ventanas del bus uno de los castillos de Calatayud, la simpleza de Zaragoza, la belleza de Barcelona con su incompleta Sagrada Familia, la noche de Perpignan, el peligro de Montpellier, entre otros.

Italia
La noche y el sueño nos ensombrecieron en Francia y llegamos a la frontera con Italia de madrugada. En ese momento subieron al bus agentes italianos a revisar nuestros pasaportes e hicieron bajar solamente a un africano para un interrogatorio privado, lo cual me sorprendió, dado que yo llevaba un rojo pasaporte peruano. Luego continuamos viaje por Italia y lo primero que me llamó la atención fue ver y atravesar la impresionante autopista italiana.

Esta majestuosa autovía nace en la frontera con Francia y literalmente atraviesa los Alpes Marítimos. Es decir, es una continuación de más de 50 pares de túneles y puentes muy altos y largos que hacen que la autopista sea lineal, perfecta, sin curvas peligrosas, sin baches, sin pendientes, a un mismo nivel, sin rondar los cerros, ni bajar a los valles, y sin preocuparse por la fatídica nueva vista que pueden tener los antiguos y pequeños pueblos de la zona; poblaciones que han sido condenadas a tener entre sus nuevos protagonistas turísticos un puente de hasta varios kilómetros de distancia soportados por enormes y elevadas columnas que unen los dos cerros de su conservador valle. Sin duda, una contundente y magnífica obra de la ingeniería civil moderna.

Al llegar, muy rápidamente, a Génova, cambiamos los verdes montes por explanadas de tierra y verdes arbustos que nos acompañan en nuestro trayecto hacia el sur de la bota. Nuestra siguiente parada es Florencia, ciudad en la cual tomamos desayuno y estiramos las piernas, para luego continuar ruta directa a la ciudad imperial.

Stazione Tiburtina
Llegamos a Roma al mediodía y el bus nos dejó en la estación de buses denominada “Tiburtina”. Fue una pena dejar el bus y las historias, pero en realidad recién comenzaba el viaje. Lo primero que hice al bajar del bus fue, inefectivamente, tratar de reservar el ticket para Bruselas, por lo que quedé condenado a visitar Roma por más días de los “planeado”. Inmediatamente comencé a tratar de comunicarme en “espagliano” e inglés con la gente y pude llegar rápido al albergue ya que quedaba en la “Piazza Bologna”, muy cerca de la estación.

Youth Station Hostel – Rome
El hostal para estudiantes fue inesperadamente muy agradable. Este es un sitio muy dinámico que alberga gente de diversas nacionalidades y por ende distintas culturas. Las chicas italianas que atienden son muy hacendosas, serviciales y muy buenas personas. Tuve la oportunidad de conocer a dos estudiantes inglesas y un ciclista canadiense con quienes salí uno de los días por la noche.

Roma
En los seis días que estuve en Roma pude conocer la ciudad aceptablemente, tratando de no desperdiciar ni un minuto del tiempo que me ofreció la ciudad eterna. Roma es una ciudad polifacética, histórica, monumental, moderna, limpia, sucia, descuidada, extravagante, religiosa, peligrosa y a la vez encantadora.

Si bien la capital italiana tiene mucho que ofrecer a los turistas, la primera impresión de la ciudad no fue muy buena, dado que gran parte de sus sistemas e infraestructuras están deteriorados, desordenados, sucios y sin mantenimiento. Las estaciones de Tiburtina y Términi, el metro, parte de las calles y el desorden vehicular son testigos de esto, lo cual da una impresión de peligro, inseguridad e incluso subdesarrollo.

En Roma hay mucho por ver y, esparcidas por todas partes, existen construcciones milenarias, fuentes, iglesias, plazas (piazzas), puentes, entre otros. Caminé mucho tratando de perderme, no haciendo uso ni del metro, ni del tranvía, ni de mapas, ni de autobuses. En mi deriva por la ciudad encontré muchos sitios interesantes y bonitos, reuní nuevos sentimientos, tomé muchas fotos, conocí gente pintoresca, palpé objetos exóticos, me cansé y me divertí mucho.

Anfiteatro Flavio
Desde pequeño siempre tuve acceso a las culturas romana, griega y egipcia, dado que en casa existían libros muy grandes de éstas civilizaciones, los cuales siempre rondaban mi cuarto y mi cabeza. Por esto, cuando llegué a Roma la ansiedad por visitar las ruinas del imperio, y en especial el Coliseo se hizo muy grande, por lo que éste fue el primer y principal sitio que visité, llegando a rondar a través de él en dos oportunidades.

El Colosseum o Coliseo Romano data del año 64 d.c. y en realidad se llama el Anfiteatro Flavio, apellido impuesto por la dinastía romana que fue la constructora del magnífico escenario. El nombre Colosseum viene de su ubicación, dado que en épocas antiguas se ubicaba al costado de un colosso de bronce con la imagen de Nerón el cual fue derruido cuando cayó su régimen.

En sí, el Coliseo es un estadio monumental con cuatro pisos de tribunas, varios pasadizos interiores, escaleras muy empinadas y cuartos especiales. Si bien ahora está parcialmente derruido por el tiempo, todavía nos deja imaginar cómo era el entretenimiento humano hace dos mil años. Se dice que en sus primeras épocas se realizaban combates entre gladiadores, y diversos animales traídos de distintas zonas del Imperio Romano, incluyendo jirafas, rinocerontes y hasta avestruces, pero fue puesto en desuso cuando la religión católica se apoderó de la civilización, llegando a ser, en su decadencia, un jardín botánico en desuso.

Desde la arena no se puede apreciar la inmensidad de la infraestructura, por lo que es en realidad desde el segundo piso dónde la emoción aflora, sintiendo la majestuosidad de la ovalada edificación. Caminar por ese segundo piso del coliseo es uno de los parajes más emocionantes en dónde haya estado. Si uno deja volar la imaginación, puede retroceder dos mil años y ver a los animales corriendo por su vida, a gladiadores luchando, y a las 50,000 personas del anfiteatro haciendo mucho ruido. Quizás podría haber sido una sensación parecida a la de un estadio de baloncesto de la NBA repleto, pero con mayores proporciones y al descubierto.

Existen en el coliseo muchas partes reconstruidas, pero son únicamente para conservar su estado actual, y no para mejorarlo, dado que la historia es hecha por el paso del tiempo. En estos momentos, lo que en realidad se ve es el cascarón del Coliseo, dado que en tiempos antiguos todo el monumento estaba forrado con mármol, el cual fue robado por los bárbaros y los Barbarini.

Di muchas vueltas por el Coliseo, repitiendo lugares y tratando de aprovechar al máximo mis pasos por esa espléndida construcción.

Foro
Al costado del Colosseum, se encuentran las ruinas del Foro Romano, lo que antiguamente fue el centro de las actividades económicas, comerciales y políticas de la Roma Imperial.

Es una pena ver lo poco que queda de éstas edificaciones, pero igual hay muchas cosas sorprendentes, como la Casa de la Vírgenes y sus bellas estatuas, el Templo de Antonio y Faustina con sus enormes columnas de mármol y los Arcos de Tito y Septimus Severo con innumerables tallados.

Palatino
También al costado del coliseo, está ubicado el Monte Palatino, en dónde Rómulo fundó la ciudad de Roma y dónde han existido muchas edificaciones incluyendo los palacios de los emperadores romanos. El tiempo se ha encargado de dejar muy poco de éstas construcciones, pero igual es muy bonito visitar el monte. El camino a seguir parece el de un parque zoológico sin animales pero con ruinas, el cual termina con la impresionante vista del Circus Maximus, recinto muy grande parecido a un velódromo dónde se hacían muchas competiciones y que ahora es un parque que congrega a deportistas amateurs.

Vittorio Emmanuelle II
Roma es una ciudad en que hay una abrumadora cantidad de monumentos que viven para contar distintas etapas de la historia Italiana. Sin duda, el monumento más sorprendente es el de Vittorio Emmanuelle II, primer rey de la Italia unificada. El monumento a su memoria contiene una fachada muy grande y blanca con muchos detalles, incluyendo columnas, esculturas de animales y personajes, estatuas aladas y hasta un fuegos artificiales que flamean desde la parte inferior. Estuve mucho tiempo tratando de sacar una foto, pero esta construcción es tan grande que es muy difícil hacer una, por lo que tuve que hacerlo por partes.

Este magnífico monumento queda ubicado en una de las plazas más importantes de Roma, la Piazza Venecia.

Piazza Venezia
La plaza central de Roma es una rectangular donde hay mucha bulla y turistas. Esta plaza también es el centro de conjunción de las más importantes autovías romanas: Via del Corso, Via del Foro Imperiale y Via Nazionale, por lo que existe una gran congestión de tráfico generándose, en las horas punta, un caos total. Para amenguar esto, los romanos han edificado, en el medio de la pista que une las tres autovías principales, una columna blanca, ancha y no muy alta en la cual, luciendo unos guantes blancos y lentes oscuros, se exhibe un elegantísimo caravinieri a dirigir el tránsito. Lo más pintoresco de ésta toma es apreciar el arte de la dirección de tránsito que lleva el impecable y dinámico policía, realizando movimientos muy bruscos y suaves casi parecidos a los de un mimo callejero, los cuales son una atracción turística más para el enjambre de fotógrafos japoneses.

Piazza di Spagna
Cerca a la Vía del Corso, queda la Piazza di Spagna, la cual podría considerarse una zona bohémia de Roma junto al Trastevere. La plaza es muy extraña, siendo las innumerables escalinatas un polo de atracción para los turistas y jóvenes, los cuales llevan tambores, flores, licor, vestimentas extravagantes y propician cantos italianos. En si, la plaza vive por medio de la gente que se congrega ahí, más que la propia infraestructura que existe.

Panteón
Perdido e incrustado en el centro de Roma está el impresionante Panteón, la construcción imperial que mejor se conserva (año 27 a.c.), albergando las tumbas de célebres monarcas y artistas italianos incluyendo los populares Vittorio Emanuelle II y Rafael Sanzio.

El Panteón inicialmente fue diseñado y construido como un templo de adoración a los dioses romanos, de dónde se deriva su nombre. Posteriormente, con el dominio del catolicismo, se derribaron los dioses antiguos y el Panteón fue usado como tumbas para célebres personajes.

Esta construcción es muy grande y circular, asemejando a un planetario de más de 50 metros de diámetro. En la cúspide de la media esfera hay un orificio de 8 metros de diámetro por dónde entra el sol, la luna y la lluvia, los cuales no dañan la infraestructura gracias al extraordinario diseño. En si, el Panteón no ofrece mucho más, es sólo un gran salón redondo con tumbas importantes alrededor.

Fontana de Trevi
La Fontana de Trevi, diseñada por Nicoló Salvi, es una fuente muy interesante que se encuentra ajustada entre calles muy pequeñas del centro de Roma. La fuente es un homenaje al océano y tiene muchas esculturas con ese motivo, que flanquean el supuesto mar. Este último es uno muy claro que asemeja a una piscina y en dónde miles de turistas arrojan monedas con la esperanza de regresar a la eterna ciudad.

Moda
Estar en Roma, también significa circular por avenidas y tiendas que lucen lo “último de la moda”, así como cruzarse con gente luciendo atuendos extravagantes.

Un ejemplo de ello es la fotografía que tengo grabada en mi memoria, en la cual se ve la imagen de una muy alta y pálida mujer transitando en el alicaído metro romano. Se le distinguen facciones faciales muy marcadas, cabellos rubios anudados perfectamente en una cola y se le puede observar un atuendo ajustado muy negro que contorneaba su esbelta figura. Si bien se le veía muy atractiva, parecía mantenerse muy oculta, con un olor a misticismo, anonimato y agresividad usando unos lentes de sol sesenteros muy negros y unas botas oscuras muy grandes.

Al transitar viendo las tiendas de importantes diseñadores por la Via del Corso, lo más impresionante fue ver cómo las tiendas promocionan su ropaje a los transeúntes. Al observar esos extraños paneles, en un principio dan la impresión de estar en un desorden total, como si recién los estuvieran ordenando, pero luego de unos diez segundos de ver la escena y captar la idea, uno se da cuenta que han sido ordenados de una manera muy armónica y artística, siendo una manera muy original, desordenadamente ordenada, de arreglar las cosas.

Pizza y tortas
Si bien la cocina italiana es reconocida por varios tipos específicos de pasta, la comida que me encasillé en probar fueron distintos tipos de pizzas, helados y tortas. Gran parte de mi presupuesto fue destinado a probar éstos comestibles en diferentes establecimientos por toda la ciudad, encontrando muy diferentes sabores, como por ejemplo, el del fast-food “Spizzico” y su copia de Pizza Hut, o la del ambulante cercano al Coliseo y su extraordinaria cantidad de queso, hasta la elegante pizza servida en un restaurante casi abandonado por la gente en una muy pequeña calle del Trastevere. Mis preferidas fueron, sin duda, las hechas a mano y dobladas en seis por un cordial cocinero del pequeño bar arrinconado en la estación de metro “Colosseum”.

Con respecto a los postres, los helados no fueron más de lo esperado, quizás por la alta y exacta difusión que tienen alrededor del mundo. Lo que me llamó la atención fueron los adictivos postres de frutas, en especial uno extraordinario que sirven en el Spizzico y que debe ser, de lejos, su mayor factor crítico de éxito.

Vaticano
Llegué al Vaticano sin darme cuenta, como a las 5pm del jueves, cuando estaba dando vueltas entre el Trastevere y los soberbios puentes sobre el Tíber.

La Plaza del Vaticano es muy grande y transmite una inmensidad única. Es en sí una plaza elíptica con un gran obelisco egipcio en el medio y dos fuentes a sus lados. Existe una estructura muy grande que ronda la plaza, la cual es soportada por enormes columnas, albergando estatuas muy finas de mármol que resucitan personajes bíblicos.

En ese momento me pude percatar que había mucha gente esperando poder entrar a una prestigiosa ceremonia que se celebraría ese día. Pregunté a los turistas y policías, pero me indicaron que se necesitaba un boleto verde para poder ingresar, por lo que me resigné a estar sentado un momento y dar muchas vueltas por la plaza. Luego, enrumbé hacia la derecha, llegando a una zona dónde se vendían artesanías de todo tipo. Di una mirada, descansé un buen rato y decidí regresar al Vaticano antes de volver al refugio. Mi sorpresa y suerte se extrañaron al encontrar la plaza vacía de gente y de caravinieris, por lo que caminé hasta la puerta de la Basílica de San Pedro. En la portada, me encontré con varios policías que me recomendaron remover mi chompa de la cintura antes de entrar al recinto, por lo que tuve que hacer ese incómodo sacrificio para poder ingresar.

Basílica de San Pedro
Cuando entré a la tan colosal iglesia se estaba realizando una ceremonia de Semana Santa presidida por el Papa Giovanni Paulo II y pude percibir el mismo misticismo, tradición, aburrimiento y perfume de señora que se respira en la mayoría de iglesias que he visitado. Había mucha gente, pero no tanta como para no poder dar vueltas cómodamente. Caminé mucho por los recintos laterales de la iglesia observando las maravillosas obras artísticas existentes.

En la zona central, descubrí muchas cámaras de televisión que tapaban la visión, induciéndome a buscar un rincón para poder observar cómodamente al blanco personaje. Con dinamismo y un poco de suerte pude encontrar un grupo de monjas muy bajitas desde dónde pude captar nítidamente imágenes de la ceremonia y tomar muchas fotos de la escena. Minutos después seguí dando vueltas por el ala izquierda, visitando algunas tumbas de papas, cuadros, estatuillas y grandes monumentos de santos y personajes papales y bíblicos. Un problema fue que el ala derecha de la Basílica estaba cerrada, por lo que al final me acomodé en el sector sur, junto al borde del camino central, siguiendo el sermón papal y las canciones en un inentendible latín.

Al término de la larga ceremonia el pequeño, blanco, encorvado y popular personaje salió ovacionado junto a la Armada Suiza por el camino central, por lo que pude observar de cerca su paso y tomar algunas fotos.

La mañana siguiente decidí regresar a la Basílica y visitar las áreas que faltaban, lo que incluía la fenomenal “Piedad” de Miguel Ángel, la Capilla de San Sebastián y otras estructuras. Después enrumbé a conocer las otras atracciones turísticas que ofrece ésta diminuta ciudad, las cuales están ubicadas muy cerca de ese escenario.

Museo del Vaticano
El museo nos da acceso a los Palacios del Vaticano y a la Capella Sistina, los cuales son muy interesantes e impresionantemente bien hechos y diseñados por genios de la talla de Miguel Ángel y Rafael. Al recorrer los palacios, Rafael se lleva todos los laureles por sus increíbles escenas murales y pinturas, que nos hacen reconstruir escenas específicas como un incendio en el año 847d.c. Lo único que faltó de éste recorrido es tiempo para poder apreciar bien cada una de ellas.

Capella Sistina
La Capilla Sistina a primera vista parece un antiguo salón grande de teatro colegial con piso de parquet y gran amplitud; hasta que uno observa el techo y los altos muros, y descubre el colorido de las escenas. Ha habido mucha polémica por la nueva restauración de los murales de la capilla, dado que ahora tiene colores mucho más fuertes y resaltantes que hace algunos años, pero a mí me parece que ha quedado muy bien, tan coloridas y llamativas como fueron originalmente, casi pareciendo animaciones hechas por artistas de revistas animadas japonesas. Los murales más impactantes son “La creación de Adán” y “La creación de Eva”, que transmiten mucha belleza y perfección, así como también un gran dolor de cuello y un mareo espectacular.

Seguí recorriendo el vaticano para luego regresar y recorrer por última vez el centro de Roma, la Piazza Venecia, la del Popoli, la Navona, y muchas más hasta muy tarde, antes de partir para Milán y Suiza que fueron mis nuevos rumbos.


Conocer Roma fue un retroceso al pasado e implicó analizar el origen de muchos ritos, creencias y culturas que han impactado al mundo actual y aportado mucho a la humanidad. Esta civilización, por más descuidada que esté, sigue siendo una de las ciudades más vanguardistas del mundo y debería ser un destino obligado para cualquier ser humano.

De Roma no traje souvenirs ni del vaticano ni del coliseo. De Roma traje un libro italiano muy antiguo y bonito llamado “Laberinto d’amore”, dos anillos, polos animados, un disco de “Italia Inverno 2003” y un pedacito de mármol del foro romano que encontré varado en el camino. Trataré de conservar por lo menos uno, y así recordar esas mil vivencias de esos magníficos días de movimiento pero de mucha tranquilidad que pasé en Italia.

Buscando en mi cabeza por algún recuerdo, me doy cuenta que todavía tengo una imagen muy nítida de un almuerzo en el Barrio del Trastevere, el día anterior a dejar Roma; escena en la que estoy sentado en ese restaurante abandonado de gente, con una pizza en mi mesa, viendo a esporádicos seres pasar por una angosta calle, y escuchando a lo lejos a Carmen Consoli y su “L’eccezione”, transmitiendo una nostalgia, libertad y felicidad enorme. Ojalá permanezca con esa nitidez y no se desvanezca muy pronto.


JC Magot 2003

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