sábado, junio 07, 2003

Nicolás y el Instituto de Unión con la Nada - Historia paralela a “La casa de los espíritus" de Isabel Allende

...Nicolás llegó a Norteamérica una cálida noche de viernes; no llevaba ni un pelo en todo el cuerpo, ni el tan usado taparrabos, ni una mínima expresión de vergüenza; al salir y saludar por la escotilla del avión, sólo llevaba puesto un poncho naranja de algodón y un par de sandalias negras de los Andes.

En el aeropuerto lo esperaban un grupo de seguidores internacionales de Om agarrados de las manos, vistiendo pantaloncillos indecentes y caminado apaciblemente ante la exasperación del público local. Nicolás no llevó equipaje, todo lo había donado para la Comunidad Indígena de la Sierra, excepto sus zapatillas de atleta, que fueron a parar en los pies de uno de los carabineros que lo cuido mientras estuvo detenido.

Al transitar por el aeropuerto de Los Angeles llamaron la atención de todos los viajeros al tomarse de las manos, entonar cantos gregorianos y agitar fuertemente un enorme letrero que fomentaba la unión con la nada. Caminaron mucho por la ciudad californiana hasta llegar a una casa cercana a la playa; Nicolás no perdió el tiempo y comenzó a predicar apenas llegó; sus sermones en inglés dieron frutos más rápido de lo que él mismo se imaginó: al mes ya tenía más de cincuenta inscritos, todos pelados, en pelotas y agarrados de las manos.

Organizó eventos deportivos ingeniosos y barbacoas vegetarianas que causaron sensación entre los americanos; pronto, los gringos corrían saltando por el jardín, jugaban al tenis con las manos, al ping pong en la mesa redonda del comedor, al fútbol en la sala y a las piruetas en las camas. La gran casa californiana se convirtió en un jolgorio de prédica; compró un búfalo, lo pintó de azul, rojo y blanco, teniendo especial cuidado en las estrellitas y lo liberó en medio de ciudad; terminó haciendo declaraciones al zoológico local y a la Sociedad Protectora de Animales. Poco a poco la casa se fue ampliando, decorando y sobre poblando hasta que tuvieron que comprar la casa vecina, una que albergaba réplicas de estatuas griegas desabrigadas y una piscina celestial en forma de baños romanos.

Nicolás construyó, en la sección oriental de la alberca, un majestuoso altar blanco de mármol; y sus seguidores tallaron, junto al retablo, una enorme estatua de su maestro desnudo con los brazos en cruz y con los miembros exagerados en señal de poder, tal como lo habían visto el día de la revolución frente al Congreso. Pronto, el mentor daba sermones desde su nuevo altar, vestido con un poncho blanco, lentes oscuros y tatuajes por todo el cuerpo, a todos los integrantes de su secta que desnudos, rezaban salmos en la piscina romana.

El guía decidió un día apagar la bomba del agua del estanque y en una semana éste se llenó de una viscosidad y espesor que originó una filmina negra en la superficie del agua, algas en el fondo y hongos marinos en las orillas. Los defensores de la nada podían pasar todo el día adorando a Om y a Nicolás en el agua negra, con el cuerpo arrugado, tiritando de frío y contaminándose. Se bañaban y lavaban unos a otros con la porquería, refregándose las algas y los hongos en las axilas, las espaldas y las manos.

Meses después la mayoría de integrantes tenían unas ronchas rojas tan grandes que cubrían sus blancos cuerpos de pies a cabeza, y no se cansaban de rascarse el cuello, la espalda, la barriga, las piernas y las bolas. Pronto Nicolás se dio cuenta de la evolución del Instituto y le cambió de nombre a IDUNEA: Instituto de Unión con la Nada y el Agua. Comenzaron entonces las adoraciones al líquido universal, principal fuente de vida de la que había provisto Om para el ser humano y a la cual le debían la vida y existencia.

En los años que siguieron, Nicolás se enfrascó en una investigación científica sobre las propiedades elementales y curativas del agua, tal como lo había visto en el Ganges y el Río Sagrado; se entusiasmó con la idea de sanar enfermos con el agua bendita de su piscina contaminada y preparó una pócima con todo lo que pudo; le vació todos los elementos y minerales que recomendaban los chamanes andinos e hindúes es sus libros; le esparció aceptil rojo, tierra naranja de Arizona, vino español, maca andina, orina de búfalo y huevos de codorniz. Después de días de mezclas, el espeso aguaje comenzó a tomar forma y quedó listo para recibir sus ansiosas visitas.

Se formaron colas de enfermos por toda la lujosa avenida de Beverly Hills y hasta una prestigiosa cadena de televisión lo entrevistó en directo, bañándose salomónicamente en su piscina de agua marrón; en dos días se formó un escándalo tal que Nicolás tuvo que contratar seguridad privada para custodiar a los enfermos e implantar un sistema de vigilancia al ingreso de la mansión.

Llegaron pacientes infectados y sanos de todas partes de los Estados Unidos y del mundo, para mejorarse bajo las manos salvadores del Hijo de Om; algunos se curaron milagrosamente, algunos no, pero después de dos años Nicolás había acumulado más de tres mil acusaciones por estafa y perjuicios que lo recluyeron en la clandestinidad y lo convirtieron en el hombre más buscado por la policía de los cincuenta estados y la Interpol; su rostro apareció en los cartones de leche, jugos de naranja y cereales de bebés de todo el continente; tuvo que dejar la ciudad de los ricos y famosos y salir por la puerta falsa mexicana, desnudo, pero con un gran maletín de dinero.

Durante ese tiempo, Nicolás sólo mantenía comunicación con su hermana Blanca y se enteraba de la situación en su país por la televisión. Fue ella quién lo recibió en aeropuerto, y no los fanáticos adoradores de la nada. Llegó bien vestido, con el pelo largo y rubio, lentes falsos a la medida y bajo el nombre de Peter Cash; al principio, su hermana no lo reconoció pero luego lo llenó de besos y abrazos.

El Hijo de la Nada vivió mucho tiempo más, inmerso en la furtividad, con una fortuna acumulada que no pudo disfrutar y recluido en una de las habitaciones laberínticas construidas por su madre en la parte trasera de la gran casa de la esquina. Desde ese momento su hermana se encargó de su cuidado y manutención, tal como hacía con su vecino de celda, Pedro García Tercero.


JC Magot 2003

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